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西語小說閱讀:《總統(tǒng)先生》(20)

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來源:網(wǎng)絡(luò) 2020-08-20 02:50 編輯: 歐風(fēng)網(wǎng)校 236

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摘要: 西語小說閱讀:《總統(tǒng)先生》(20)

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Coyotes de la misma loma

Genaro Rodas, que no había podido arrancarse de los ojos con el llanto la mirada del Pelele, compareció ante el Auditor baja la frente y sin ración de ánimo por las desgracias de su casa y por el desaliento que en el más templado deja la falta de libertad. Aquél mandó retirarle las esposas y, como se hace con un criado, le ordenó que se acercara.

—Hijito —le dijo al cabo de un largo silencio que por sí sólo era una reconvención—, lo sé todo, y si te interrogo es porque quiero oír de tu propia boca cómo estuvo la muerte de ese mendigo en el Portal del Se or...

—Lo que pasó... —rompió a hablar Genaro precipitadamente, pero luego se detuvo, como asustado de lo que iba a decir. —Sí, lo que pasó...

— Ay, se or, por el amor de Dios, no me vaya a hacer nada! Ay, se or! Ay, no! Yo le diré la verdad, pero por vida suya se or, no me vaya a hacer nada!

— No tengás cuidado, hijito; la ley es severa con los criminales empedernidos, pero tratándose de un muchachote!... Perdé cuidado, decime la verdad!

— Ay, no me vaya a hacer nada, vea que tengo miedo!

Y al hablar así se retorcía suplicante, como defendiéndose de una amenaza que flotaba en el aire contra él.

— No, hombre!

—Lo que pasó... Fue la otra noche, ya sabe usted cuándo. Esa noche yo quedé citado con Lucio Vásquez al costado de la Catedral, subiendo por onde los chinos. Yo, se or, andaba queriendo encontrar empleo y este Lucio me había dicho que me iba a buscar trabajo en la Secreta. Nos juntamos como se lo consigno y al encontrarnos, que qué tal, que aquí que allá, aquél me invitó a tomar un trago en una cantina que viene quedando arribita de La Plaza de Armas y que se llama El despertar del León. Pero ahí está que el trago se volvieron dos, tres, cuatro, cinco, y para no cansarlo...

—Sí, sí... —aprobó el Auditor, al tiempo de volver la cabeza al amanuense pecoso que escribía la declaración del reo.

—Entonces, usté verá, resultó con que no me había conseguido el empleo en la Secreta. Entonces le dije yo que no tuviera cuidado. Entonces resultó que... ah, ya me acuerdo!, que él pagó los tragos. Y entonces ya salimos los dos juntos otra vez y nos fuimos para el Portal del Se or, donde Lucio me había dicho que estaba de turno en espera de un mudo con rabia que me contó después que tenía que tronarse. Tanto es así que yo le dije: me zafo! Entonces nos fuimos para el Portal. Yo me quedé un poco atrás, ya para llegar. él atravesó la calle paso a paso, pero al llegar a la boca del Portal salió volando. Yo corrí detrás de él creyendo que nos venían persiguiendo. Pero qué... Vásquez arrancó de la pared un bulto, era el mudo; el mudo; al sentirse cogido, gritó como si le hubiera caído una paré encima. Aquí ya fue sacando el revólver y, sin decirle nada, le disparó el primer tiro, luego otro... Ay, se or, yo no tuve la culpa, no me vaya a hacer nada, yo no fui quien lo mató! Por buscar trabajo, se or..., vea lo que me pasa... Mejor me hubiera quedado de carpintero... Quién me metió a querer ser policía!

La mirada gélida del Pelele volvió a pegársele entre los ojos a Rodas. El Auditor, sin cambiar el gesto, oprimió en silencio un timbre. Se oyeron pasos y asomaron por una puerta varios carceleros precedidos de un alcaide.

—Vea, alcaide, que le den doscientos palos a éste.

La voz del auditor no se alteró en lo más mínimo para dar aquella orden; lo dijo como el gerente de un banco que manda pagar a un cliente doscientos pesos.

Rodas no comprendía. Levantó la cabeza para mirar a los esbirros descalzos que le esperaban. Y comprendió menos cuando les vio las caras serenas, impasibles, sin dar muestras del menor asombro. El amanuense adelantaba hacia él la cara pecosa y los ojos sin expresión. El alcaide habló con el Auditor. El Auditor habló con el alcaide. Rodas estaba sordo. Rodas no comprendía. Empero, tuvo la impresión del que va a hacer de cuerpo cuando el alcaide le gritó que pasara al cuarto vecino —un largo zaguán abovedado— y cuando al tenerlo al alcance de la mano, le dio un empellón brutal.

El Auditor vociferaba contra Rodas al entrar Lucio Vásquez, el otro reo.

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